Con 42 años y un hijo de seis, Yalile Solarte decidió cambiar los cultivos ilícitos por el cacao y darle una nueva oportunidad a su vida. Mujer con corazón de chocolate.
En el municipio de Villa Garzón, Putumayo, en el corregimiento de Puerto Umbría y a una hora en moto de Puerto Asís, se encuentra Islandia, una pequeña vereda que hace unos años vivía de los cultivos ilícitos. Hace casi tres años decidieron acogerse a los programas de erradicación manual voluntaria y comenzaron a cultivar cacao. Hoy Yalile Solarte tiene 2 hectáreas de cacao, de vida, de esperanza y de paz. Una de la que ya comenzó a recoger la cosecha y otra con 6 meses de sembrada, las cuales le dan vida al Chocolate Islandia, un emprendimiento en el que fermentan y procesan el cacao para producir barras de chocolate 100% natural y orgánico, sin ningún tipo de aditivo.
“El proceso no fue fácil. Era un riesgo para nosotros comenzar a sembrar algo que no conocíamos. Sin embargo, gracias al Programa Cacao para la Vida y a Fedecacao comenzamos a recibir la capacitación y los conocimientos necesarios para emprender nuestro proyecto que hoy me da trabajo a mí, a tres de mis hermanas y a tres vecinos de la vereda”, cuenta Yalile. Ha sido un trabajo no solo físico sino de corazón. Ha requerido aprender sobre cacao y ver la vida de otra manera.
En la actualidad producen mensualmente cerca de 200 pastillas de 125 gramos y 100 pastillas de 250 gramos de lo que se conoce en la región como licor de chocolate, un chocolate amargo y puro que se fabrica de manera artesanal y el cual venden en municipios cercanos y a pequeños distribuidores que lo llevan a ciudades como Bogotá y Medellín. Este producto ha sido el motivo de orgullo personal, laboral y familiar.
“El programa Cacao para la Vida nos ha traído muchos beneficios. Gracias a las capacitaciones y a los talleres que nos brindan aprendimos el manejo de los cultivos, pero lo más importante fue que también aprendimos a cuidar la naturaleza que nos rodea para que no haya deforestación”, agrega Yalile.
Los cultivos quedan a 20 minutos caminando por trocha. Allí recogen el cacao y lo llevan a casa de Yalile en donde todo el proceso de descascarillado se realiza de forma manual en molinos de brazo. “No tenemos acueducto pero gracias a Dios en esta zona llueve mucho y el riego es de forma natural. Con Cacao para la Vida aprendimos que el cacao hay que cuidarlo y ponerle esfuerzo y el alma. Este programa nos ha abierto muchas puertas y nos ha brindado el apoyo de los mercados campesinos que hoy son nuestra principal forma de vender nuestros productos. Gracias a este programa hoy siento que tengo alma de agricultora”.
Hoy Yalile es la imagen de la mujer cacaotera: una emprendedora con tesón, amor y pasión por lo que hace con sus manos y por el producto que siembra.